La ciudad turística de Zipaquirá, en Colombia
Por: Salvador Batista
Aproximadamente a una hora y 30 minutos de Bogotá, se
encuentra Zipaquirá, un municipio de Colombia, el cual se caracteriza por ser una
ciudad con grandes atractivos turísticos.
Este municipio se encuentra entre frias colinas y una
exuberante vegetación, y con un centro urbano considerado Monumento Nacional,
gracias a las edificaciones antiguas que se encuentran en los alrededores de su
Parque Central.
Tren histórico
Si quieres conocer sus atractivos y caminar poco,
lo puedes hacer a través de su tren turístico, el cual hace un recorrido en el
casco colonial de la ciudad y su centro histórico Zipaquirá considerado patrimonio
histórico y cultural de Colombia, gracias a que se
encuentran edificaciones que datan de la época de la independencia, como
por ejemplo la casona que sirvió como lugar en el que se llevó a cabo la firma de
las Capitulaciones Comuneras y la casa en la que se hospedó Bolívar durante la
campaña libertadora.
La Catedral de Sal
Es un recinto construido en
el interior de las minas de sal de Zipaquirá, que en realidad se trata de un
sitio turístico.
Su diseño arquitectónico y
artístico es propio del arquitecto bogotano Roswell Garavito Pearl. En su interior
se encuentra una importante colección artística, sobre todo de esculturas de
sal y mármol, en un ambiente con un gran sentido religioso que atrae a miles de
turistas cada año.
De acuerdo a informaciones,
en el 2007, mediante
un concurso para elegir las 7 Maravillas de Colombia; la Catedral de Sal obtuvo
la mayor votación; convirtiéndola la Maravilla Número uno de este país.
Catedral Diocesana
Este
templo es más conocido simplemente como Catedral Diocesana de Zipaquirá para distinguirla de la Catedral de Sal, la cual está ubicada en el mismo municipio.
El
templo fue diseñado por Fray Domingo
de Petrés , el mismo que diseño las Catedrales de Bogotá y
de Santa Fe de Antioquia, su construcción comenzó en 1805 y
tardó 111 años en finalizarse, hasta que fue inaugurada y consagrada el 9 de noviembre de 1916 por
el Arzobispo de Bogotá, Bernardo Herrera Restrepo.
Fotos: Salvador Batista